Cristina no jugaba a las muñecas, jugaba a hacerles vestidos a las muñecas. Ella no lo recuerda pero su padre le dijo que un día utilizó la corbata de su boda para confeccionar una de sus creaciones.
Lo que sí recuerda es que siempre estaba dibujando y pintando con acuarela y tuneando su ropa. Ya de adolescente, empezó a crear también su propia bisutería, soñando que tal vez un día conseguiría vivir de ello.
Estudió en la Escuela de Artes, donde se especializó en diseño gráfico, una profesión que desempeñó durante años y de la que nunca ha querido desvincularse del todo, ya que la inspira y le proporciona otros puntos de vista para sus estampados gráficos.
Su primer bolso fue de upcycling con unas perneras de un pantalón. Después, comenzó a hacer bolsos con los restos de tejidos que se quedaban en los fondos de almacén. Al ver que a la gente le gustaban, decidió profesionalizarse y empezó a formarse en moda y en sostenibilidad.
Como buena amante de la naturaleza, siempre estuvo muy concienciada sobre la importancia de cuidarla y protegerla, así que desde el principio tuvo claro que sus bolsos tenían que ser ecológicos y veganos.
Actualmente trabaja con colecciones atemporales, sin prisas, porque le gusta respetar su ritmo personal y no el que nos impone nuestro día a día. Personaliza telas de algodón orgánico con certificado GOTS con sus propios estampados, realizados con serigrafía ecológica artesanal en un taller de su ciudad.
Sus bolsos van más allá de la moda. Unen diseño y sostenibilidad. Y para Cris B la sostenibilidad no es una tendencia, es la única manera de hacer las cosas.