Parece una manta, pero es algo más que una tela suave con la que taparse en el sofá. Es la historia de la lana de la Provenza francesa y de las manos artesanas que la hilan, la tiñen y la tejen. Y es la historia de un grupo de personas que pensaban que el mundo no les guardaba más oportunidades, pero que han acabado convirtiéndose en un referente de esos tejidos que no solo nos sientan bien, sino que tienen un impacto positivo en el planeta.
Es una bufanda de punto, pero también es mucho más de lo que parece. Es la historia de una mujer a la que el mundo parecía haber dejado del lado hacía tiempo y que ha acabado coordinando un pequeño taller de costura gracias a que alguien se paró a escucharla, a ayudarla y a darle una segunda oportunidad.
Tirando del hilo de cualquiera de los productos del taller de Teixidors, en Terrassa, o de Nou Moscada, que trabaja con diferentes talleres de Barcelona que emplean a personas en riesgo de inclusión social, descubrimos algo que quizá habíamos olvidado. Cuando compramos, no solo adquirimos los materiales, sino también un trocito de la historia de todos los que los han hecho. Una historia que ojalá siempre hablase de oportunidades para mejorar el mundo. Ojalá toda la moda fuera moda sostenible.
Las mil formas de aprender
“Cada uno de los trabajadores es totalmente responsable del acabado de su producto, que debe ser siempre de calidad”, explica Nuria Bitria, directora creativa de Teixidors. “La modulación de esta exigencia es una fuente de autoestima para los artesanos y una fuente de mejora de la calidad de los tejidos. Es un impacto positivo que viaja en las dos direcciones”.
El taller, que nació hace casi 40 años en Terrassa de la mano de Marta Ribas y Juan Ruiz, emplea hoy a más de 30 personas con discapacidad intelectual. La mayoría se sientan al frente de un telar, pero también los hay que se encargan de otras tareas como el acabado y el etiquetado. Cada uno con su ritmo de trabajo y sus trucos para lograr el resultado que quieren.
“Hay un proceso de formación, pero cada uno desarrolla sus propias técnicas. Por ejemplo, las lanzaderas que se usan para tejer el material en el telar tienen unos agujeros para darle tensión al hilo, que varía en función de cada grosor y cada calidad. La tensión es clave para que el resultado sea bueno. Pues para acordarse de por qué agujeros tiene que ir el hilo en función del material, cada uno ha desarrollado su técnica de memorización”, señala Nuria Bitria.
El proyecto de Teixidors nació con una visión diferente del aprendizaje: todas las personas pueden aprender si se marcan los objetivos adecuados y se adapta la metodología. En su caso, se decidió que el aprendizaje iba a hacerse a través del telar. “Está demostrado que el aprendizaje manual cambia las conexiones neuronales. Tejer ayuda a trabajar la lateralidad, la memoria, la concentración, la sensibilidad en las manos o el movimiento corporal”, añade la directora creativa del taller.
Para Nuria Britia, vivimos en un sistema económico y social que premia la eficacia y la rapidez. Pero la artesanía requiere otros tiempos. “Nuestro proyecto demuestra que en nuestra sociedad hay espacio para trabajar con otro ritmo. Necesitamos una velocidad más lenta”, reflexiona. Y más proyectos que abran puertas y que den oportunidades a todos aquellos que no pueden (o no quieren) correr cada vez más rápido.
Las costuras de un futuro
María es un nombre ficticio, pero la historia que lo acompaña es real. Esta mujer llegó a la Associació Casal Claret de Vic, Barcelona, hace ya bastantes años en una situación de vulnerabilidad absoluta. Para ella, que apenas sabía leer y escribir, algo tan sencillo como tomar nota de un pedido en una tienda era una tarea imposible. Hoy, es la jefa de taller del proyecto Cosidor Pas a Pas de la asociación y está un paso más cerca de una inserción laboral plena.
“Empezó a vincularse con la costura en los talleres prelaborales hace unos seis años. Vimos que tenía mucho interés y potencial, que había muchos aspectos a través de los cuales se podría empoderar”, explica Sara Tauste, coordinadora del proyecto. “Poco a poco, con la ayuda de la anterior jefa de taller, fue formándose y asumiendo más responsabilidades. Ahora es la que coordina el taller”.
El Casal Claret es una organización sin ánimo de lucro que acompaña personas en riesgo de exclusión social y, en particular, mujeres. Mantiene diferentes proyectos de formación y capacitación, tanto prelaborales como de inserción laboral, que siguen dos itinerarios: cocina y costura. En el de costura, el Cosidor Pas a Pas, hacen arreglos de ropa, elaboran productos propios y colaboran con pequeñas empresas y diseñadores emergentes de la zona, como Nou Moscada.
“Nuestra filosofía es ser un espacio creativo con mirada femenina para mujeres que tienen el deseo de transformarse y crecer a través de la justicia social. Acompañar a mujeres en sus procesos formativos y de vida para que tengan más posibilidades de vivir de forma digna”, añade Sara Tauste. Los talleres les sirven para superar barreras, pero también para romper estereotipos en la comunidad. Son, sobre todo, una oportunidad de empoderamiento.
“Las personas que participan en estos talleres llegan en una situación muy vulnerable, con dificultades de vivienda, sin agua y sin luz, con ingresos muy bajos o casi nulos, dependencia de las instituciones, estigma social… Es muy difícil para ellas tener un trabajo”, reflexiona la coordinadora de Cosidor Pas a Pas. “Tal como está el mercado laboral estas personas no tienen una oportunidad porque nunca cumplirían el perfil. Necesitan dar los primeros pasos en un entorno protegido”.
Regalos que dan nuevas oportunidades
Durante las próximas fechas, una parte del mundo se verá envuelta en una espiral de regalos sin sentido, comprados con prisa, envueltos en papeles de colores que ocultan lo que muchas veces hay detrás: historias de explotación, desigualdad o discriminación. Sin embargo, un regalo también puede dar nuevas oportunidades y servir a una economía social y solidaria que haga del mundo un lugar un poco más justo.
Además del catálogo de Nou Moscada y Teixidors, en la tienda de The Goood Shop tienes todas estas buenas historias detrás de todos estos buenos proyectos:
- Perpetum mobile. Sus bolsos de diseño único están hechos en colaboración con la Kooperativa Peñascal, una cooperativa textil de inserción laboral, que forma y da trabajo a personas que necesitan una segunda oportunidad.
- Miu Sutin. Esta marca de ropa ecológica, sostenible y de comercio justo, cuyas prendas se confeccionan en talleres sociales y cuyos proveedores garantizan que cumplen unas condiciones laborales dignas.
- Infinit Denim. Además de buscar la circularidad de sus productos, esta marca de ropa y complementos colabora con Estel Tapia, que trabaja con personas con discapacidad psíquica, Ared, que trabaja con personas en riesgo de exclusión social, y el programa de inserción laboral de Cáritas Feina amb Cor.
- Alolola. Los talleres en los que confecciona sus prendas en Madrid son pequeños y artesanales y uno de ellos tiene, además, un programa de formación para mujeres en riesgo de exclusión social.
- Cris B. Los bolsos de Cris B son tan únicos como sus estampados. Esta diseñadora también los fabrica de forma local y comparte espacio con Alolola en el taller para mujeres en riesgo de exclusión.
- FOS. Todo en esta marca de gafas de sol gira alrededor de las segundas oportunidades. Las que les dan a los materiales, ya que todo el plástico que utilizan es reciclado. Y las que les dan a las personas, ya que el packaging se elabora en un taller de inserción laboral de personas con discapacidad.
Cada producto tiene su historia, pero, mientras algunos la maquillan o intentan que pase desapercibida, otros la muestran orgullosos, satisfechos de que su fabricación sea mucho más que un proceso de transformación de materiales. Porque en los talleres, a veces, también se fabrican vidas con nuevas oportunidades.
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